Y por fin el día de ir a Hong Kong: uno de los pocos sitios conocidos por la televisión. El día anterior habíamos sacado los billetes de autobús. Nos levantamos a las 6:00, y tras 4 horas de viaje (incluyendo el paso de la aduana), llegamos a Hong Kong, el punto más alejado respecto de España de nuestro viaje.

La temperatura era muy agradable, para ir de manga corta ya a finales de Octubre. Esta antigua colonia británica puede dividirse en 4 partes: la isla de Hong Kong, Kowloon, los Nuevos Territorios y las numerosas islas exteriores. Pasando un día allí, nos limitamos a ver Hong Kong y Kowloon, lugar donde nos dejó el autobús.

Tras andar un rato, decidimos coger un autobús de 2 pisos tipo Londres (ya se notaba la influencia británica) para acercarnos hacia el centro. La impresión general es la de calles con gran cantidad de tiendas, carteles y muy cosmopolita, donde la gente ya no se extrañaba de ver occidentales.

Antes de la hora de comer, pasamos al otro lado en el ferry; allí, mirases donde mirases, todo rascacielos. ¡Impresionante!

Por la tarde seguimos dando vueltas y viendo más y más rascacielos, y algo muy español. Tras volver a Kowloon, esperamos a que se pusiera el sol, disfrutando del paisaje, viendo como se iba transformando la imagen de Hong Kong en un rosario de luces.